Con la obra de Charles S. Peirce se inicia la revisión de algunos de los supuestos básicos de la Modernidad, sintetizados en la concepción del sujeto como cógito, autónomo y autotélico. De este paradigma se derivará no sólo una metafísica y una teoría del conocimiento sino también una ética y una economía, legitimantes y solidarias con las prácticas políticas y culturales del iluminismo y positivismo industrialista. Esta primera crítica peirciana, que postula la historicidad sea de la razón, sea de las percepciones, será retomada por numerosos autores del Siglo XX, destacándose particularmente la accidentada aunque no menos aguda reflexión de Antonio Gramsci y la original revisión de Ludwig Wittgenstein.