En 180 páginas, Álvaro Linares vincula el contenido a un lenguaje onírico, surrealista, una amalgama de géneros literarios, envueltos en misticismo y hermetismo. «Utilizo arcanos del tarot y signos del zodíaco como el emperador de Virgo y Acuario, también imaginarios entre Jerusalén y Babilonia», ha explicado.