En el año de 1923, al final de sus residencia en la clínica de Kreulingen, lugar al que ingresó a causa de que adolecía de recurrentes crisis nerviosas, Aby Warburg decidió escribir un discurso de despedida dirigido a los propios internos y a los médicos de la clínica, con una nota que decía: leído por primera vez delante de una unprofessional audience, con el simple propósito de mostrar que ya estaba curado.
En pocas páginas relata su encuentro con los indios Pueblo, resaltando así los orígenes del paganismo y de la magia. Pero sobre todo es una especie de palinodia sobre el poder de la imagen, la imagen que cura y que hiere, la imagen que continua rigiendo nuestro destinos. Sólo el poder metafórico podía salvarlo. Él, que era un gran estudioso del arte, se rinde ante la fuera que sólo la imagen puede expresar.