Este libro es una suma universos infinitos, como un Aleph borgeano. En él se vislumbran el crecimiento y debacle de la ciudad, sus triunfos y derrotas, pero también la vida de sus héroes anónimos y silvestres, que gracias al recuerdo del autor, se consagran en sus hazañas. Cabría hablar de una mitología porteña. Los personajes parecen sacados muchas veces de la literatura fantástica, pero no, viven o vivieron, sangran, son vasculares, como diría Montaigne. Y en eso recae el peso de este libro: a diferencia de la ficción, que intenta hacer creíbles seres inventados, el autor pretende humanizar personajes que parecen sacados de la imaginación más poderosa.