Foglino presenta una articulación narrativa en fragmentos en movimiento, a la manera de los componentes aparentemente leves de aquellos legendarios móviles de Alexander Calder. No se trata de objetos sino de relaciones. Más que elementos son vínculos que conforman un topos lúdico suspendido en el aire, un artefacto de segmentos narrativos que se mueven con el aliento, que parecen hesitar a la menor brisa o sugestión del pensamiento. (
) Pero en los cuentos de Foglino se propone una utopía, un no lugar al que se arriba por el pliegue, por el invaginamiento de la propia narración. Se postula así la posibilidad de una relación formulada hacia el interior de la estética del movimiento.
Ahora hay que sujetarse. Al leer este libro, las cosas comienzan a moverse.