Durante la ocupación alemana de París, hubo gente que vivió como si la ciudad fuera una fiesta, y mujeres exóticas y sin escrúpulos que disfrutaron de una vida "glamorosa". En realidad, participaron de un mundo de tráficos y complicidades sustentado en la cobardía de los hombres del lugar y los favores del ocupante. La mayoría de esas historias terminó en pesadilla. Algunas eran rusas, como la condesa Tchernycheff, mannequin y actriz de cine, protegida del siniestro Lafont, el jefe de la Gestapo francesa, y amante de oficiales alemanes influyentes. Otras eran griegas, como la princesa Mourousi, lesbiana y morfinómana, que robaba el mobiliario de los judíos perseguidos. Otras, como la marquesa de San Carlos, franquista de la primera hora, delataba a los refugiados republicanos a su amiga íntima, la condesa Seckendorff, quien era, a su vez, una doble agente de nacionalidad austríaca.
La reciente apertura de los archivos judiciales en Francia permitió al autor acceder a información inédita y completar un relato escalofriante acerca de las vidas extravagantes de esas mujeres apodadas, en la posguerra, "condesas de la Gestapo".