Si la poesía de Raúl Zurita ha alcanzado un rango notable de internacionalidad es por constituir una de esas ocasiones privilegiadas en las que representación histórica y conciencia del lenguaje (como límite) se encuentran por el camino. También por eso ocupa un espacio mediador en la historia de la poesía hispanoamericana, como relectura de una tradición y como posibilidad expresiva.
La poesía de Zurita es desde el primer momento una denuncia de la brutalidad, la zafiedad y la corrupción en que se asienta la dictadura y, más allá, de todas aquellas conductas y palabras en donde encuentra albergue la crueldad y la abyección humanas. Frente a la educación y el orden como herramientas represoras de lo social, su obra es un llamado a la pulsión vital ciega y a la acción imaginativa. En esta muestra posible de poemas no cabe la totalidad del universo del poeta chileno, pero sí sus fantasmas.