Édgar atraviesa por el día más triste y el más feliz de su vida: su abuelo ha muerto y Joana le ha dado su primer beso. Abrumado por las sensaciones de pérdida y euforia, el protagonista comienza a correr. Mientras Édgar corre, organiza sus pensamientos. Conforme avanza, Édgar se vuelve cada vez más grande. Llegado un punto, ya no cabe dentro de su propio cuerpo. Es una explosión continua. Es supergigante.
Realmente Edgar, nunca expresa que la muerte de su abuelo fuera el más triste de su vida, ni que el beso de Joana fuera el más feliz, ya que sus pensamientos simplemente lo hacen sentirse confundido, torpe y culpable por prácticamente todo lo que le pasa, después de la muerte de su abuelo, la mitad del libro se la pasa corriendo, culpándose por no estar junto a su abuelo, en sus últimas horas de vida. En cuanto a Joana, se siente demasiado torpe por no saber expresar sus sentimientos, e incluso piensa durante grandes lapsos de tiempo que Joana siente lastima por él.
La historia tiene cierto potencial, que al principio mostraba ser la introducción a algo bastante bueno, infortunadamente no fue el caso, resulto ser demasiado repetitiva, al punto de que a la mitad del libro el protagonista continuaba haciendo y pensando exactamente lo mismo que al inicio, quitándote las ganas de terminar la historia.