Si algo procura un buen libro es una presencia. Dar cuerpo a voces y a historias, fijar nuestra atención en eso que pasa, despejando la niebla. Armar, entre quien lee y quien ha escrito, una intimidad, un modo de mirar, de estar juntos. Juan Carlos Cortazar, en esta novela, nos deja recorrer los pliegues de vidas y vínculos sin desatender luces ni sombras. Con una escritura precisa nos anima a estar atentos a los modos complejos y diversos que puede adoptar el amor, la culpa, el abuso. Nos anima a mirar con valentía.
(Santiago Craig)