Cuando el objeto ya no está, / cuando los actos mueren / queda aún la palabra que los nombra, fantasma / de presencias que se disuelven. / Envuelto en esta herencia nos llega el tiempo. La palabra de José Emilio Pacheco nos jeja su tiempo, la sucesión modesta de lo que vivió. Pero al recuperarse en su palabra, este tiempo deja de ser meramente anecdótico y crece; se vuelve inmenso. Es tiempo reflexivo y convierte el instante en parte de la historia; es tiempo imaginativo y hace que en la historia se abra el haz de las versiones que no ha cumplido, pero sin dejar nunca de ser tiempo precioso porque aunque se recuerde con tierna minucia, no puede recuperarse: cómo volver a ese lugar que ya no está. / Imposible encontrarlo.