¿Puede uno convertirse en comunista después de 1989? Haberlo sido es otra cuestión: pero ¿convertirse (o reconvertirse)? Para Vattimo, que en Ecce comu ofrece como paradigma su propia experiencia, la respuesta es Se debe, puesto que, aceptando de hecho del cada vez más rígido elitismo del capital, ningún tercero o cuarto camino se halla en condiciones de revertir el actual estado de desigualdad, existente en Italia y en el mundo. En efecto, su itinerario intelectual que el autor describe como una larga marcha a través de las oposiciones se ha desarrollado siempre cercano a la izquierda; sin embargo, solo con el abandono en el año 2004 del partido de los DS (Democratici di Sinistra), Vattimo ha concluido plenamente por reencontrar las razones de la crítica marxista a la democracia burguesa, alineándose contra todo retoque reformista.
La propuesta de Vattimo es una versión por cierto personal del ideal comunista, pero, al mismo tiempo, anclada en su tradición histórica y en su fundamental exigencia de equidad. Un comunismo anárquico, libertario y antitotalitario, débil pero no debilista, que se sirva de los instrumentos del subversivismo democrático, que esté en aptitud de renunciar a un economicismo moral y económicamente insostenible en nuestros días: un comunismo que valga no solamente como ideal regulador sino también como eficaz pauta para la realización histórica de una sociedad justa y (realmente) democrática: tal es la apuesta que Vattimo confía a una manifestación lúcida y desenfadada, incluso brutal en su franqueza: una apuesta de impúdica esperanza.