Corría el año de 1805, cuando la Ciudad del Cuzco vio gestarse un movimiento que buscaba la expulsión de los españoles para nombrar un Inca que gobernase sobre el reino. Día a día y noche a noche Gabriel Aguilar y Juan Manuel Ubalde recorrieron las calles imperiales buscando un descendiente de los soberanos incas para coronarlo. Pronto los planes de separación se extendieron a Buenos Aires, a Arequipa y a Charcas (la actual Bolivia). Se especulaba que habría ayuda de los ingleses, que se sublevarían varias ciudades y que los españoles serían masacrados o deportados a la Península Ibérica, pero algo vino a alterar los planes de los conspiradores.