El Fin del Mundo nos espera con las puertas abiertas las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Sobre la barra de este bar de Montreal, el miércoles en la noche se nos ofrece un festín de historias unidas tan profunda como improbablemente en el trago de la experiencia humana, cuyo sabor es el mismo en cualquier latitud, edad, sexo o cultura. Miércoles en la noche en el Fin del Mundo constituye un deslumbrante tejido literario con lo más crudo de la universalidad de nuestro tiempo.