Mucho se ha dicho sobre la obra única de Adolfo Couve, pero al entrar en ella a través de una mirada de conjunto todas las ideas previas quedan de lado para exponerse a la rica aventura del lenguaje y a la búsqueda de la belleza que su prosa nos depara. Es un peregrinar hacia un lenguaje depurado y hacia una belleza a la que -como con fortuna caracterizó el propio Couve-"le gusta Kafka".TAPA DURA
"Couve siempre estuvo tanteando un mismo y escurridizo relato. Es por ello que en sus
distintas obras desfilan personajes, escenarios y episodios que sin ser idénticos poseen un
inequívoco aire de familia. La unidad de la obra de Couve, su continuidad temporal bajo
distintas modalidades formales, con distintos aunque análogos ropajes, se percibe si
pensamos que en el itinerario de su escritura el autor trata de plasmar un arquetipo que
lo reclama y persigue... Uno de los rasgos más visibles es su inclinación por el abandono,
la corrupción y la decadencia como un elemento inseparable de la belleza. La belleza no
está completa en las figuras ideales, equilibradas, jocosas y placenteras, sino que reclama
la nota de corrupción, dolor, decadencia y vulgaridad".