Cabe preguntarse: ¿cómo es posible que quienes hacen de la filosofÃa su profesión no se pregunten cómo y por qué cuentan la historia de la filosofÃa dado que es principalmente a ello a lo que se dedican? Más aún, si la historicidad, es decir, si el hecho de ser un producto intelectual humano completamente atravesado por las contingencias históricas es un rasgo inherente a la actividad filosófica y si esta actividad se inscribe en el orden de la interrogación por los fundamentos de las diversas, cambiantes y múltiples cuestiones que a lo largo de la historia fueron las más significativas para los seres humanos, un abordaje ingenuo de la historia de la filosofÃa resulta contradictorio con esta misma concepción de la filosofÃa. Por otro lado, la distinción entre el filósofo y el historiador de la filosofÃa, entre hacer filosofÃa y hacer historia de la filosofÃa, introduce, a la vez que una tensión, una serie de problemas. Una planteo recurrente en este tipo de discusiones se pregunta si es o no filosófica la historia de la filosofÃa. Las respuestas que se han dado a esta pregunta fundamental asumen su vez definiciones que afectan tanto a la filosofÃa como a su historia. Por ello, no será de extrañar que tales respuestas no hayan sido en absoluto unánimes.