La mayoría de los cuentos tienen un final
feliz y una moraleja: los buenos son premiados
y los malos, castigados. Pero éstos, son
todo lo contrario. Saki creía que los niños no
tienen que ser un ejemplo de bondad, sino
que su misión es recordarles a los adultos
que tienen que ser auténticos en medio de
tanta falsedad. Para él, las personas mayores,
más sensatas y mejores, demuestran
estar equivocadas en asuntos sobre los que
expresan la mayor certeza. Y para corregirlas
están, por supuesto, los niños.