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05 OCT

Wittgenstein: la importancia del lenguaje

Ludwig Wittgenstein (1889-1951) es uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Su trabajo inicia el célebre «giro lingüístico» de la filosofía, un cambio en la forma de abordar los tradicionales problemas filosóficos.
Wittgenstein: la importancia del lenguaje

Por Javier Correa Román


Con una biografía convulsa y fascinante, el primer interés de Wittgenstein no fue la filosofía, sino la ingeniería. Estos estudios le llevaron a Reino Unido, donde conoció a Bertrand Russell. Gracias a él, Wittgenstein se interesó por la filosofía de las matemáticas y, después, por la filosofía en general.

Del contacto con Russell nacieron las ideas recogidas en el Tractatus, que constituyen lo que se ha llamado comúnmente como «primer Wittgenstein». Años después, y en un contexto vital muy diferente, publicará las Investigaciones filosóficas, donde revisará los presupuestos recogidos en su obra anterior y establecerá nuevas tesis. A esta segunda etapa, a la de las Investigaciones, se la conoce como la etapa del «segundo Wittgenstein».

Veamos 10 claves para entender el pensamiento de este autor.

1 Bertrand Russell. Wittgenstein nació en Viena (Austria). Cuando marchó a Reino Unido, conoció a Russell y su filosofía le influyó enormemente. Es importante notar que Russell, enfocado en la filosofía de la matemática, no tenía una filosofía del lenguaje propiamente dicha (lo que será la especialidad de Wittgenstein). De hecho, las reflexiones de Russell sobre el lenguaje solo pueden comprenderse aludiendo a otras tesis filosóficas más generales.

La idea fundamental que Wittgenstein hereda de Russell es que el análisis del lenguaje es una buena vía para analizar y comprender la realidad. Sin embargo, para tal cometido, no es válida cualquier forma del lenguaje. Para Russell (como lo será para el primer Wittgenstein) el lenguaje natural —el de nuestro día a día— es engañoso y confuso. Es el lenguaje lógico, el lenguaje formal, el que supone (por su claridad y forma) el medio privilegiado para desentrañar la estructura de la realidad.

Tractatus. Aunque tiene algunos escritos menores, la bibliografía de Wittgenstein se compone principalmente de dos obras. La primera de ellas es el Tractatus Logico-philosophicus [1921]. El Tractatus es un libro estilísticamente fascinante, compuesto por aforismos ordenados y jerarquizados (así, encontramos la proposición 1, la 1.1, la 1.2 etc.). La fascinación también surge de que la obra se plantea como un sistema deductivo coherente en todas sus proposiciones, por lo que, de aceptar las premisas del Tractatus, es muy difícil rechazar sus conclusiones.

Esta obra es una obra de filosofía lógica, donde se pretende esclarecer las relaciones del lenguaje con el pensamiento y la realidad. En este texto, la lógica tiene un papel clave porque se le otorga el papel de sistema simbólico por excelencia. En otras palabras, en el Tractatus se exploran las condiciones trascendentales de la lógica, es decir, qué nos permite —y qué no— conocer.

3 Mundo y lenguaje. Las dos primeras proposiciones del Tractatus son las siguientes:

«1. El mundo es todo lo que acaece.
1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas
».

Para el primer Wittgenstein, el mundo, la realidad, está conformada por hechos. Por ejemplo, un hecho podría ser el siguiente: «El perro de la vecina está saltando en el jardín». Es importante notar que para el filósofo austríaco el componente último de la realidad son los hechos, no las cosas. Mientras que para su maestro, Russell, los elementos últimos de la realidad son las cosas («perro», «jardín»), para Wittgenstein los objetos siempre entran en relación entre sí y es imposible pensar las cosas aisladas unas de otras. Esto afirma el filósofo en el Tractatus:

«2.01 El estado de cosas es una combinación de objetos (cosas).
2.12 Esencial a la cosa es poder ser constitutiva de un estado de cosas.
2.012 En lógica, nada es accidental: si la cosa puede entrar en un estado de cosas, la posibilidad del estado de cosas debe estar ya prejuzgada en la cosa
».

Notemos que, para Wittgenstein, los hechos son «la existencia de un estado de cosas», esto es, estados de cosas que ocurren en la realidad. De esta manera, «los unicornios tienen un cuerno en la cabeza» no es un hecho, pues los unicornios no existen. Ahora comprendemos mejor lo que es el mundo: «El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas».

Una vez definido lo que es el mundo, ¿qué relación hay entre él y nuestro lenguaje? La respuesta a esta pregunta es la clave del giro lingüístico que lleva a cabo Wittgenstein. En la proposición 2.1 encontramos la respuesta: «Nosotros nos hacemos figuras [representaciones] de los hechos». En otras palabras, con el lenguaje representamos la realidad de tal manera que al objeto «perro» le corresponde en la frase la palabra «perro». Además, representamos los hechos de tal manera que las distintas palabras están combinadas entre sí de igual forma a como están los objetos combinados en la realidad (porque no es la vecina la que está saltando).

El Tractatus es un libro fascinante, compuestos por aforismos ordenados y jerarquizados entre sí. Su objetivo: determinar la naturaleza del lenguaje y su relación con el mundo y el pensamiento.

En la cita anterior, vemos un punto clave en el Tractatus: que el mundo y el lenguaje (y el pensamiento) tienen la misma forma lógica y guardan entre ellos relaciones de semejanza (¿cómo podría una cosa representar a otra si no fueran semejantes?). De ahí el giro lingüístico: en la medida en que el lenguaje y la realidad son isomorfos —tienen la misma forma lógica—, podemos estudiar la realidad a partir de un estudio del lenguaje.

AFORISMOS: CULTURA Y VALOR4 El sinsentido de la filosofía. Lo que ocurre con la filosofía en general, y con la metafísica en particular, es que el lenguaje que usa no refiere a términos de la realidad y, por tanto, se crean sinsentidos. Si yo digo «el perro de la vecina está saltando en el jardín», cada palabra se corresponde con un objeto de la realidad. La proposición será verdadera en la medida en que la relación entre las palabras se corresponda con la relación entre las cosas. Así, si el perro está saltando en el salón, diremos que la proposición es falsa y si está saltando efectivamente en el jardín, diremos que es verdadera.

«4.0031 La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia filosófica no son falsas, sino sin sentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún modo, sino solamente establecer su sinsentido. La mayor parte de las cuestiones y proposiciones de los filósofos proceden de que no comprendemos la lógica de nuestro lenguaje. (Son de esta clase las cuestiones de si lo bueno es más o menos idéntico que lo bello). No hay que asombrarse de que los más profundos problema no sean propiamente problemas».

Así, cuando un filósofo afirma, por ejemplo, que «el ser es la esencia de todos los entes», en realidad, para Wittgenstein no está diciendo nada porque sus palabras («ser», «ente») no corresponden a objetos de la realidad. Los problemas filosóficos son problemas solo por un mal uso del lenguaje, pero nada más. Desde este punto de vista, la forma correcta de acercarse a la realidad es la de la ciencia. A este respecto, escribe Wittgenstein:

«6.53 El verdadero método de la filosofía sería propiamente este: no decir nada, sino aquello que se puede decir; es decir, las proposiciones de la ciencia natural —algo, pues, que no tiene nada que ver con la filosofía—; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este método dejaría descontentos a los demás —pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofía—, pero sería el único estrictamente correcto».

5 Decir y mostrar. Wittgenstein llega, él mismo, a un aprieto. Si las palabras con sentido son las que refieren objetos de la realidad, ¿qué ocurre con palabras como «lógica», «representación» o «verdad» que aparecen en su propio libro? El filósofo austríaco está también haciendo un uso «filosófico» del lenguaje, es decir, un mal uso, está creando sinsentidos. Sin embargo, Wittgenstein es consciente de este problema y sabe que lo más importante no es lo que dice (pues es un sinsentido), sino lo que muestra.

«2.172 La figura, sin embargo, no puede figurar su forma de figuración; la muestra.
[…] 4.1212 Lo que se puede mostrar no puede decirse
».

Para entender esto mejor, pongamos un ejemplo matemático. Imaginemos un vector. Un vector siempre une dos puntos en el mapa (tal y como el lenguaje siempre habla de objetos del mundo). Sin embargo, el vector no puede señalarse a sí mismo, de la misma forma que el lenguaje (porque representa la realidad) no puede representarse a sí mismo. Para poder hablar del lenguaje tendremos que decir sinsentidos, usar mal lenguaje, de tal forma que lo importante no es lo que se diga, sino lo que se muestra. El vector no nos dice su funcionamiento, sino que lo muestra. De ahí la célebre cita de la escalera de Wittgenstein:

«6.54 Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido)».

6 Positivismo. El Tractatus fue muy influyente para la corriente filosófica llamada «positivismo lógico», corriente que se desarrolló durante el período de entreguerras. Los pensadores afines a este movimiento se aglutinaron alrededor de Moritz Schlick, catedrático de la Universidad de Viena, por lo que también se conoce a este movimiento como el Círculo de Viena.

Los positivistas buscaron la forma de delimitar correctamente el conocimiento verdadero. Al igual que Wittgenstein, su método era el análisis lógico del lenguaje. Estos autores heredan de Wittgenstein su teoría de la significatividad, es decir, toda una teoría acerca de la realidad, del mundo y del lenguaje que les permitía cumplir su objetivo epistemológico.

La influencia fundamental que tuvo el primer Wittgenstein en esta corriente de pensamiento se puede resumir en dos puntos principales. El primero de ellos es la creencia de que el significado de un enunciado yace en el reflejo de un hecho (esto es, que el lenguaje representa la realidad). El segundo punto consiste en que la única forma de saber si un enunciado es verdadero o falso es comparándolo con la realidad.

El Tractatus, según su propia teoría del lenguaje, está lleno de sinsentidos porque emplea palabras sin un referente real (palabras como «verdad», «lógica» o «significado»). Este aprieto surge del hecho de que el lenguaje no puede hablar de sí mismo. Por eso, el libro no es importante por lo que dice, sino por lo que muestra.

El problema que los positivistas heredan del Tractatus es que este libro no señala los criterios necesarios para comparar los enunciados con la realidad (criterios necesarios para delimitar si estos, los enunciados, son verdaderos o falsos). Los positivistas, que veían en Wittgenstein a un maestro —aunque este nunca afirmó ser parte del Círculo—, dedicaron sus esfuerzos a la búsqueda de estos criterios con el fin de encontrar la forma de alcanzar el conocimiento verdadero y dejar los pseudoproblemas filosóficos.

Investigaciones filosóficas. La teoría filosófica que Wittgenstein expone en el Tractatus cambia radicalmente con la publicación de su segundo libro: las Investigaciones filosóficas. Entramos ahora en el período conocido como el del segundo Wittgenstein. Sin embargo, antes de señalar la diferencia entre ambos períodos, señalemos en primer lugar las semejanzas.

Dentro de las continuidades, la más importante quizá sea que la preocupación lingüística de Wittgenstein sigue siendo puramente filosófica (y no filológica, por ejemplo). El objetivo de la filosofía del lenguaje de Wittgenstein (tanto en el primer período como en el segundo) no es describir el sistema de símbolos de la comunicación humana, sino usar el lenguaje para esclarecer problemas filosóficos, problemas sobre la realidad y el conocimiento.

¿Qué ideas del Tractatus se abandonan en las Investigaciones filosóficas? La más notoria es la idea de que el lenguaje natural es engañoso y que, para un correcto análisis filosófico, el filósofo debe estudiar el lenguaje lógico, formal (auténtica forma del pensamiento y del mundo, se pensaba en el Tractatus). Otro abandono importante es la idea de que el lenguaje representa la realidad. Para el segundo Wittgenstein, el lenguaje se usa, más que representa. Veamos esto con más detenimiento.

8 Usos y juegos del lenguaje. Para el primer Wittgenstein, que un nombre (por ejemplo, «perro») denomine a un objeto externo (al perro de mi vecina) no depende de nada externo al lenguaje: la capacidad representadora del lenguaje es algo intrínseco al mismo. Esta idea, básica y medular en el Tractatus, es una idea que está impresa en la tradición occidental desde Platón hasta el siglo XX, pasando, por ejemplo, por San Agustín.

En cambio, para el segundo Wittgenstein, el significado de una palabra no estriba en su referencia —en el objeto externo—, sino que yace en el contexto comunicativo en el que se pronuncia, es decir, el significado de una palabra es su uso. Para el primer Wittgenstein, decir «la cabra tira al monte» cuando alguien comete un error es un sinsentido, pues las palabras no refieren a la realidad (¿qué «cabra»? ¿Qué «monte»?). En cambio, para el segundo Wittgenstein, el lenguaje significa porque se usa. ¿Qué uso le damos a esta frase en tal contexto comunicativo? En nuestro ejemplo, señalar la tendencia que tenemos a seguir nuestra propia naturaleza.

Una noción clave que resume todo lo anterior es la de juegos del lenguaje. Los juegos del lenguaje son las diferentes formas (heterogéneas entre sí) de usar el lenguaje. Los malentendidos lingüísticos (filosóficos o no) se dan cuando dos personas usan la misma palabra (por ejemplo, «Dios») en juegos de lenguaje diferentes. Así, el cristiano usa la palabra «Dios» de una forma y con una función muy diferente a la del científico que afirma que «Dios no existe».

En las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein abandona la idea de que el significado de una palabra reside en el objeto externo que señala. En este segundo período, la tesis de Wittgenstein es que el significado de una palabra es su uso.

EL TRACTATUS DE WITTGENSTEIN9 Reglas del lenguaje. La noción de regla es, junto a la de juegos del lenguaje, la noción más importante de esta segunda etapa. En las Investigaciones filosóficas, el significado de una palabra es su uso. Pero, como todos los juegos, los usos del lenguaje tienen unas reglas.

Las reglas lingüísticas, para el segundo Wittgenstein, son las reglas que rigen el buen funcionamiento de los juegos del lenguaje. Por ejemplo, si para felicitar a alguien decimos «la cabra tira al monte» no estamos usando correctamente la expresión. Un aspecto fundamental es que las reglas son intrínsecas a los juegos, que —recordemos— son heterogéneos entre sí. En otras palabras, las reglas siempre son relativas a un juego en particular.

Por otro lado, las reglas lingüísticas son, como es evidente, sociales. Llegamos aquí a la célebre crítica de Wittgenstein al lenguaje privado. El lenguaje privado, según la teoría de las Investigaciones, es una idea contradictoria, porque las reglas son siempre sociales. Si existiera un lenguaje privado, sus reglas serían personales y todo podría hacerse concordar con la regla. Esto significa que, a su vez, todo podría dislocar la regla, por lo que «no habría concordancia ni desacuerdo».

10 Pragmática. La publicación de las Investigaciones supuso una revolución en la filosofía lingüística. El lenguaje natural se revalorizó y dejó de estar considerado como un artificio engañoso, origen de infinidad de errores. El lenguaje lógico y formal, antaño pensado como aquel que mostraba verdaderamente la esencia del lenguaje, pasó a comprenderse como una forma más de hablar, como un juego de lenguaje más.

Veamos este cambio de paradigma con un ejemplo. Para el Círculo de Viena, cuando alguien afirma que «hace frío», esta frase es verdadera o falsa dependiendo de si, termómetro mediante, hace realmente frío o no. Después de las Investigaciones, entendemos que este (el científico, el que examina la realidad) no es el único juego de lenguaje posible y que el significado puede varias dependiendo de su contexto social. Así, es probable que cuando alguien dice: «Hace frío», en realidad no quiera hacer una afirmación sobre la temperatura, sino que esté sugiriendo cerrar las ventanas.

De este cambio de paradigma nace la pragmática lingüística, que tendrá en Austin y Searle sus máximos exponentes. De hecho, para estos autores, el lenguaje no sólo no describe la realidad (como suponía el Tractatus), sino que incluso puede crearla (como cuando decimos a nuestra pareja «¡Quiero el divorcio!»).

Fuente: FILCO

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