La modernidad occidental está íntimamente relacionada con el Holocausto: es su causa y su posibilidad. Para Enzo Traverso, el Holocausto no puede ser entendido sin el imperialismo europeo, el racismo y la lógica totalitaria, por la política de violencia inaugurada por la guillotina y por la voluntapanóptica y vigilante de los estados nacionales. Es en Argentina, por ejemplo, donde uno puede leer en Sarmiento que los indios deben ser exterminados, Más cercanos a nosotros, los nacionalistas de la década del treinta, es decir, los fascistas argentinos, proponían exterminar a los enemigos ideológicos y "raciales". Por supuesto, la última dictadura argentina (1976-1983) lo llevó a cabo. Los Nazis fracasaron porque perdieron la guerra, mientras que "nosotros la ganaremos", le dice un torturador al prisionero Jacobo Timerman. Para Timerman, en Argentina se dieron procesos similares a aquellos del Holocausto. Ahora bien, hay mucho de hipérbole en el argumento: las diferencias entre ambas políticas de exterminio son enormes en términos ideológicos y también de escala; tanto en Argentina como en el Holocausto, no se trató únicamente de un exterminio físico sino también de una masacre activa de la memoria.