Ejemplo inmejorable de este singular modo de reflexionar, Filosofía de andar por casa, alejada de los abundantes y voluminosos compendios que pretenden resolver los grandes misterios del mundo, constituye una reflexión en torno a la cotidianidad: ésta se erige, en efecto, como el mayor estímulo filosófico. A partir de temas como el atentado a las Torres Gemelas, el pudor, los senos, el semen, los curas o la guerra de Irak aparentemente diversos pero todos ellos reflejo de una preocupación ontológica por el hombre, Rubert de Ventós vierte en palabras sus reacciones primeras, espontáneas, al vuelo.
Sin el dogmatismo que denuncia y con el humor y la ligereza que, según él, debe emplearse para hablar de las cosas serias, Rubert de Ventós identifica lo que define al hombre: «Es aquél que ejecuta a un hombre, viola a una mujer o pervierte a un niño a quien yo identifico como a mi congénere, mi hermano. Con él comprendemos lo que somos (aquello de lo que somos capaces), no con la víctima, a quien simplemente compadecemos».