Con algo de José Guadalupe Posada y de Diego Rivera y mucho y muy valioso de sí mismo. Fernando Robles nos entrega el delirio de las pulquerías, en donde se iniciaron los primeros gritos de la Revolución de 1910 y en las que todo puede suceder. Desbordada y lujuriosa, la pintura de Robles nos remite a las soldaderas y a sus heroícos Juanes que iban a la guerra como quien va al baile. ¿Fue la Revolución la fiesta de las balas? Fernando Robles lo comprueba.