El ensayo, que lleva ya muchos años confundido entre el rigor de la academia y la prisa del maquinazo, vuelve en este libro a ser lo que era: meditaciones dispersas, elásticas, breves, con las que el autor da un rodeo para dibujar su retrato. Esbozos de un libro que no se decide a comenzar, digresiones que no tienen la menor intención de concluir, a cada párrafo uno es testigo de la retorcida compasión que cabe dentro de la burla de uno mismo.