Humildes o fastuosos, atemorizantes o tranquilizadores, desafiantes o cómplices de nuestros credos y costumbres, los espectáculos del auto sacramental al cine son una de las vías en que nuestra mirada se ha civilizado. El mundo como imagen, ámbito en que los sueños se vuelven reales y las apariencias se liberan y trastocan
A la maravilla que se cultiva en las carpas remite la presente edición de Luna Córnea, segunda de la trilogía que la revista ha dedicado a explorar las relaciones entre la mirada fotográfica y los espectáculos circenses o próximos a su imaginería. Sus páginas invitan a revisar el universo del circo arte, entretenimiento, forma de vida como tema fotográfico y a la fotografía como bitácora de un oficio ambulante: imágenes que han ayudado al establecimiento de una leyenda, a la transmisión de una memoria familiar o a la captura de una hazaña efímera. Podrá quizá discutirse la existencia de un género fotográfico específicamente circense pero de lo que no hay duda, como lo muestran las imágenes que aquí se despliegan, es de la permanencia del circo como misterio visual.