UP AGAINST THE WALL, MOHTERFUCKERS
Las vallas del Festival de Woodstock son derribadas mientras alguien saquea un almacén propiedad de la organización y reparte entre la muchedumbre sacos de dormir y tiendas de campaña. En el Lower East Side de Nueva York exhiben navajas, aunque también tienen armas de fuego. Se preparan para algo mayor. Proveen de comida a los sin techo de la ciudad, al mismo tiempo que retan a la industria del rock and roll, a los empresarios rebeldes y a MC5. La visita de la banda de Detroit acaba con sus miembros huyendo de la ira motherfucker. No piden nada. Lo toman todo. Simulan el asesinato de un poeta y realizan una abierta apología de una asesina real, Valerie Solanas y sus disparos contra el arte (Andy Warhol). Intentan cerrar el Museo de Arte Moderno, inundan de vagabundos salas de arte y pretenden acabar con todos los policías de la ciudad. Pelos largos, hombres lobo, drogas, comunas y chaquetas negras de cuero. Están frente al Pentágono, desafiando a los policías que lo custodian, mientras los yippies pretenden hacerlo levitar. No eran hippies, ni tampoco una organización política al uso. Eran una banda callejera politizada, una tribu y un clan revolucionario, un oscuro grupo de afinidad convertido en una verdadera familia cuyo discurso giraba en torno a una constelación de ideas que incluían a Dadá, la anarquía y la autodefensa armada.