¿Qué se siente salir de un concierto, sin planes ni guías, hacia una noche de amor y de sexo? ¿Qué se siente cruzar la ciudad y conocerla entera, escuchar la música que te marca, vivir cada cosa a toda velocidad, justamente en los días en los que el mundo entero parece a punto de comenzar y es brillante y tentador? ¿Y qué se siente vivir la juventud, esa etapa de las posibilidades infinitas, de la locura y de la belleza, cuando (por otra parte) todo a tu alrededor, y todo adentro, se ha caído a pedazos?