Una mujer joven trabaja como empleada de hogar a través de una agencia de empleos. Los gajes de su oficio involucran pasar de una casa a otra sin previo aviso, impidiendo que la estabilidad forme parte de su vida. Por otro lado, tiene un hijo pequeño que debe esperarla a solas en casa hasta que ella termine su turno y regrese por la noche.
Esta es la vida de aquella mujer hasta que se le informa que será enviada a casa de un cliente complicado, uno que ha hecho que muchas otras empleadas de la agencia soliciten su cambio con otro cliente. Se trata de un anciano profesor de matemáticas retirado cuyo pasado fue bastante particular: a raíz de un accidente ocurrido hace mucho, solo puede retener nuevos recuerdos por ochenta minutos. Pasado ese tiempo, desconoce todo lo acontecido. Los únicos recuerdos que mantiene intactos son los que ocurrieron antes de su fatídico accidente, muchos años atrás. En el pasado había sido una eminente figura de las matemáticas, había trabajado en una universidad y su vida giraba en torno a los números. Ahora, la viuda de su hermano financia sus cuidados, puesto que el profesor no tiene ingresos estables.
La fórmula preferida del profesor es de las más famosas novelas de Yoko Ogawa. Escrita en una prosa ágil y sencilla, desde la voz de la protagonista y cuidadora del anciano, nos conecta con un mundo particular, a través de escenas conmovedoras que esbozan la conexión de personajes aparentemente disímiles que se convierten en una familia. Todo esto se intensifica con la llegada del hijo de la mujer a casa del profesor, quien lo bautiza como Raíz Cuadrada, a causa de la forma de su cabeza.
La historia nos enseña, a su vez, cuestiones muy interesantes de las matemáticas. Todas explicadas por el profesor; en muchos casos son aprendizajes que unen a los protagonistas, sobre todo con un deporte como el baseball, tan lleno de estadísticas.
Lo que podría preguntarse un lector escéptico es qué tanta base científica existe en el padecimiento de una enfermedad como la del anciano, es decir, qué tan posible es retener solo ochenta minutos de nuevos recuerdos. En realidad, esta condición sí existe y tiene por nombre amnesia anterógrada. Es una amnesia que impide almacenar nuevos recuerdos después de un evento traumático o una lesión cerebral, algo similar a lo ocurrido en el caso del profesor de matemáticas. Lo que sí podemos afirmar que funciona como recurso literario es el tiempo exacto de ochenta minutos que duran las memorias del profesor, y es algo válido para seguir el hilo de la narrativa. Otro punto para tomar en cuenta es que muchos casos médicos demuestran que la amnesia en sus diferentes categorías causa una frustración y angustia elevada, cosa que no necesariamente encontramos en el caso del profesor, pero esto, fuera de ser un punto menor dentro de la trama, se puede comprender tomando en cuenta el hecho de que la narradora detalla con sumo detalle la personalidad del amnésico, y eso ya nos da luces para concluir cómo es que podía luchar contra la ansiedad provocada por su enfermedad.
Sea como fuere, hay algo importante a tomar en cuenta en la obra, y es el poder que ejercen las matemáticas a lo largo de la trama. Ogawa utiliza esta ciencia como un lazo que une a los personajes de la obra. Es una oportunidad para asimilar que las matemáticas están hasta en los resquicios más olvidados de nuestro día a día. Desde las cuentas por pagar hasta en los deportes que tanta alegría causaban al pequeño Raíz Cuadrada y al profesor: el baseball. Sin duda, hay una intención por parte de Ogawa de darle un concepto de eternidad y belleza a la profesión del anciano maestro, una que nos cautiva a lo largo de las páginas que leemos.
Yoko Ogawa es una escritora japonesa nacida en 1962 en Okayama, Japón.Se ha consolidado como una de las voces más reconocidas de la literatura contemporánea de su país. Su estilo mezcla delicadeza, intimidad y, a menudo, una inquietante oscuridad en lo cotidiano. Entre sus muchos reconocimientos destacan: el Premio Akutagawa (1990), el Premio Yomiuri de Literatura (2004) y el Premio Tanizaki (2006). Varias de sus obras, como La fórmula preferida del profesor o Hotel Iris, han sido traducidas a múltiples idiomas y aclamadas internacionalmente.