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19 AGO

Un ágil, entretenido y meticuloso testimonio acerca de la memorable Marcha de los Cuatro Suyos

vía El Comercio
Un ágil, entretenido y meticuloso testimonio acerca de la memorable Marcha de los Cuatro Suyos

 

 

Toda generación tiene derecho a su propia mitología. La de mi camada se sustenta en aquellos años finales de los noventa cuando un conjunto de colectivos civiles y universitarios emprendieron una decidida y constante resistencia contra la autocracia de Fujimori, que por esa época mostraba inocultables signos de degeneración moral y corrupción desbocada. Las jornadas de protesta luego de su tercera reelección significan la culminación de ese relato épico: fueron sin duda determinantes para la caída del régimen y la inauguración de un largo periodo democrático que, con todos sus errores y miserias, continúa vigente.

 

 

 

 

 

 

 


El conocido periodista Marco Sifuentes ha escrito un libro que celebra y asesina el mito. Se llama “La marcha del fin del mundo” y resulta un ágil, entretenido y meticuloso testimonio acerca de la memorable Marcha de los Cuatro Suyos, gigantesca manifestación que sacudió los cimientos del fujimorato en su hora más difícil. Debemos reconocer que el lugar en que Sifuentes enfoca su trama no puede ser más literario: un vasto hotel abandonado en medio de Miraflores, donde Gustavo Gorriti y Cecilia Valenzuela habían instalado el Centro de Prensa de la Oposición Democrática. Ahí, el autor colaboró como practicante y pudo acceder de primera mano a los entretelones de ese esfuerzo colectivo por devolver al Perú a los cauces de la legitimidad institucional.

 

Sifuentes traza una completa y animada crónica de época, en la que se retrata con detalle cómo el gobierno fujimontesinista daba fuelle a la prensa chicha, puñado de periódicos serviles y repugnantes cuyo fin era enlodar las honras de los líderes de la oposición, así como la forma en que capturó a los canales de televisión y hostigó de maneras inicuas a unos opositores arrumados en contados y pequeños medios democráticos. Pero, aunque reconoce la convicción y la valentía de esos periodistas y políticos que mostraron arrojo ante un enemigo implacable y todopoderoso, también muestra sus debilidades y vicios, especialmente en el caso de Alejandro Toledo, quien, en el tráfago de esos días, no dejaba de lado su impuntualidad, su predilección por los tragos caros y demás pequeñeces que luego se volverían proverbiales para la opinión pública.

 

En un muy honesto párrafo, Sifuentes reconoce la honda antipatía que tuvo por los dirigentes universitarios que encabezaron la protesta: los sentía sectarios y desconectados de la realidad. Más allá de los sentimientos personales, tal vez la gran deuda que nuestra generación no pudo saldar fue que esos líderes estudiantiles, a diferencia de Chile, fueron incapaces de traducir esa exaltación en un movimiento coherente que pudiera convertirse en un protagonista del debate político en democracia o incluso una alternativa de poder. No estuvieron a la altura de lo que se esperaba, y eso significó un vacío que sí se percibió en los años siguientes.

 

Con “La marcha del fin del mundo” Marco Sifuentes ha escrito su mejor libro, un texto que trasciende lo coyuntural para indagar entre los meandros de una herencia histórica. Hay un momento en que es necesario mirar atrás y contar lo que vimos y lo que fuimos. Marco Sifuentes ha cumplido bien con ese mandato.

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