En un viaje de negocios puede resultar preferible y conveniente que las habitaciones de hotel sean iguales en Londres, París o Shanghái. Las reglas cambian cuando buscamos un sitio para pasar unas vacaciones en familia, un fin de semana con un nuevo amor o unos días de retiro con un buen libro. Un balcón con vistas es entonces más valioso que el televisor, y una cama lujosa con un colchón de ensueño y sábanas planchadas a mano resulta más atractiva que el acceso ininterrumpido a Internet.