Los poemas de Oswaldo Chanove huyen del prurito metafísico de las cosas sin nombre. Proceden de manera útil e incierta, con ellos se asciende a la cumbre de cerros pelados, se gritan "los nombres de personas desconocidas" y se afirma el más noble de los accidentes: "El espanto de estar". Con talante digresivo y pesimista, demuestran "que el punto cero (casi) existe" y que ya "¡Nadie recuerda los humeantes platos de arroz con pato!". La poesía de Chanove, a decir de Mario Montalbetti, alcanza en El motor de combustión interna "plena madurez formal e ideológica", pues conecta en un mismo gesto una doméstica impugnación y el infinito.