Este libro parece ser un ejercicio de crítica literaria de la obra de un hombre: Óscar Colchado Lucio. Pero, con suma brillantez, Eiffel Ramírez ha conseguido algo más audaz: ha revivido al hombre. Y ese hombre, Colchado, surge como un auténtico fantasma (a veces, como un fantasma niño) a lo largo del libro, interrogando, interrumpiendo, exasperando, pero, sobre todo, animando al autor (y al lector, de paso), como si fuera un fiel amigo.
En ese sentido, a través del ensayo o, mejor dicho, a través del antiensayo, se ha recobrado aquí obra y fantasma, serranías y vientos, nostalgias y pensamientos, de tal modo que se ha logrado reivindicar a toda una generación de escritores: los llamados zorros de la literatura. Hay pasos que se debían dar en nuestro derrotero literario y ese paso lo ha dado Eiffel: El zorro encantado rompe con los moldes lineales de una crítica común y se convierte, gratamente, en un libro inacabable, en un juego alegre, en el giro de una feliz serpiente que quiebra esquemas y nos arrastra a todos (al crítico, al autor, al lector y a cualquiera que quiera oír algo nuevo) hacia un centro divino.