Esta historia es una parábola de la naturaleza espinosa, desconsolada, incluso patética, de lo que es el hombre en su origen, en su propia simiente;asimismo, de lo que quisiera ser: bueno y verdadero, creyente en su fe auténtica, posible, humana. Una naturaleza rústica, sin mayores sofisticaciones del ahogo o el alivio. Entre la luz-de sus personajes el autor manifiesta uan epifacía perturbadora: el mal está en todo, en todas partes, en cada ser que vive. Las obsesiones de Vite son demoledoras porque se dirigen hacia un solo punto: el hombre, quién no es oscuro y luminoso; es algo más: el bien y el mal, la empatía, el amor, la fuerza trascedental que acompaña las acciones; y Dios, Dios hecho un personaje de fuego, le obsequia un apocalipsis que no redime ni castiga: devora. Sobre los protagonistas de la nota roja, Dios también está; entre ladrones, sesinos y prostitutas, Dios es un altarcito con veladoras sumisas. Los hombres matan, violan, se despedazan de diversos modos como una forma de redimirse de vivr. En Vite, finalmente, hablar de la muerte es hablar de la vida; y si no es siempre una celebración, es al menos una constancia de que lo desconocido habita, acecha y respira muy cerca de nosotros.