«Es en el amor y la muerte, hontanares que jamás cesan, donde abreva su verso imbuido de una pureza adolescente y abierto a relampagueos visionarios», anotaba acertadamente Javier Sologuren en el prólogo al primer poemario de Isabel Sabogal, «Requiebros vanos» (1988). En esta oportunidad, en razón de la publicación de su segundo libro de poemas, «Todo está hecho a la medida de ti misma», agregaríamos que la poesía de Sabogal, sin abandonar o, más bien, incorporando su aura núbil y feérica, ha articulado ahora a esta atmósfera una interesante propuesta especulativa, y, aunque sutil, un inquietante y hondo erotismo. En realidad, ambos aspectos son las huellas correspondientes a una sola indagación, a una única caminata. Erotismo e identidad han sido, al menos desde Safo de Lesbos, el modo usual en que manteniéndolas en conflicto, pero siempre unidas ha probado sus lanzas sobre nosotros la poesía lírica. Es más, pareciera que de cara al empático lector aquel binomio resultara aun más eficaz cuando el erotismo se llevara por delante la identidad o, al menos, se pusieran a prueba los frágiles contornos de esta última. Tal como nos lo recuerda la profesora Anahí Mallol, probablemente en la poesía de Sabogal asistamos también a lo que es un hecho común a todos los artistas (por lo menos desde el terremoto epistemológico que significó la obra de Sigmund Freud), pero que asume en la poesía escrita contemporáneamente por mujeres una relevancia especial.
