En este poemario se explora la memoria de un cuerpo doliente que construye un territorio desde la pérdida y la ausencia. Esa sensación latente por la muerte se experimenta de manera constante con imágenes que evocan malos vientos, demonios andinos, la sangre comunal, la enfermedad del miedo, la puna, las quewiñas que constituyen un origen vital.
En Wañuq (fallecido), la voz poética se arraiga en las entrañas de los Andes. A través de ríos que arrastran duelos, madres cuyos senos guardan leche envenenada por el miedo y cuyes sacrificados como mártires domésticos, Yana Wayta teje un canto a la resistencia de los cuerpos marcados por la colonización y la violencia silenciada.